Para pensar la vinculación universidad-empresa a partir de casos particulares, tanto positivos como negativos, el 7 de diciembre se realizó el Taller Virtual: “Diálogos sobre transferencia de tecnologías”. El encuentro fue organizado en el marco del Foro Iberoamericano de Indicadores de Vinculación, una iniciativa del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS) de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en el marco de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT). Durante sus dos horas de duración, la reunión contó con la presencia de casi 100 participantes entre ponentes y público general.
En la apertura, Rodolfo Barrere, coordinador del OCTS, propuso que el encuentro fuera una plataforma que permitiera “buscar soluciones para todos”, ya que el propósito del Foro reside en aprender, a medida que avanza, cuáles son las temáticas que generan debates más enriquecedores. “Este taller es una buena oportunidad para seguir generando intercambios”, dijo Barrere. “El Foro viene desarrollándose en un contexto en el que la OEI está ampliando su agenda en materia de ciencia y tecnología. Un ejemplo de esto fue el Foro de Alto Nivel organizado en Buenos Aires hace unas semanas. El desafío de la vinculación es algo que todos los ministros de ciencia consideran crítico para el crecimiento de los países de Iberoamérica.”
En su rol de moderador, Darío Codner, del Observatorio M-Health de la Universidad Nacional de Quilmes y parte del equipo de coordinación del Foro, declaró que el objetivo del encuentro era “presentar situaciones de éxito de transferencia de tecnología, así como explorar también casos que terminaron fracasando. La idea es identificar drivers, barreras y limitaciones que empujan o dificultan la vinculación entre la universidad y su entorno”.
Leticia Tejera, de la Universidad de la República (UDELAR) de Uruguay, compartió dos experiencias de transferencia tecnológica que tuvieron lugar en esa casa de estudios, en el marco del trabajo realizado por la unidad de propiedad intelectual que ella dirige. La primera de ellas, relacionada con la creación de hisopos para hacer frente a los testeos durante la pandemia de COVID-19, fue negativa: a pesar de alcanzar la fase de producción, una de las empresas contactadas no contaba con todas las habilitaciones necesarias y la otra decidió abandonar el proyecto cuando se abrieron las importaciones a productos chinos. “Es decir, se encontró el actor, se le transfirió conocimiento, pero luego la actividad no se pudo continuar. Esto también ocurre, incluso cuando el proyecto está avanzado”, dijo Tejera. La otra experiencia, una levadura nativa para producir vino, tiene ya un recorrido de 22 años con varios puntos altos y bajos. El proyecto comenzó a partir de la relación cercana entre un empresario y un investigador, pero encontró un primer obstáculo en la venta de la compañía a una multinacional, que decidió suspenderlo. Hoy, gracias a que los actores siguieron trabajando en el producto, la levadura nativa tiene licencia internacional y ya cuenta con sus primeros impactos en el mercado nacional e internacional: se la está usando para fabricar tanto vinos uruguayos como europeos. “Todo comenzó con dos amigos”, concluyó Tejera. “El factor humano es clave.”
Eduardo Matozo, Gerente General del Parque Tecnológico Litoral Centro (PTLC), repasó los principales hitos de Zelltek, primera empresa biotecnológica incubada en una universidad pública argentina. La compañía tiene hoy 30 años y es un caso exitoso, según Matozo, porque se dio en un ecosistema propicio y con un acompañamiento constante del Estado a través de la universidad. Zelltek hoy está albergada en el PTLC y opera con una plataforma que le permite avanzar en varios proyectos al mismo tiempo, lo que a su vez genera derrame para la aparición de nuevos productos.
Varinka Farren, de Hub APTA, Chile, desglosó el caso de éxito que involucró a una malla fotovoltaica generada por investigadores de la Universidad de Concepción para proteger cultivos que están teniendo pérdidas importantes debido al cambio climático. Tras primeros intentos, en los que la malla llegó al mercado nacional, pero con poco o nulo impacto, Farren y su equipo de trabajo decidieron ofrecer el producto a empresas de otros países y obtuvieron resultados muy satisfactorios en México y Perú. “En la mayoría de los casos no existe una mirada sobre las particularidades del mercado”, dijo Farren. “No hay, en el horizonte inmediato, empresas disponibles para invertir en proyectos nuevos. Otros proyectos se caracterizan por una mala protección en las fases iniciales del trabajo, donde no se percibe una vigilancia tecnológica adecuada. Otras veces el investigador cree que también puede ser CEO, y en la mayoría de los casos la burocracia es excesiva. Son todas dificultades a tener en cuenta.”
Jairo Castañeda Villacob describió buenos y malos desenlaces en emprendimientos realizados por Cientech, oficina regional de transferencia de tecnología en el Caribe colombiano que se ocupa de comercializar tecnologías, acercar soluciones tecnológicas a los retos de la industria y ofrecer consultorías en materia de innovación y transferencia. Uno de estos emprendimientos fue Flux Cover, escudo térmico que evita que se transmita el calor por contacto a tejados y otras instalaciones, un proyecto promisorio en el que Cientech colaboró en la etapa de validación. “El producto no pudo avanzar porque investigadores de la Universidad de la Costa constataron que, aunque sí servía, la tecnología no alcanzaba estándares mínimos de calidad”, narró Castañeda Villacob. “Lo interesante en este caso fue la actitud del emprendedor original, que siguió trabajando en su producto y lo convirtió en una pintura aislante que sí tiene prestaciones por encima de los estándares requeridos. Es importante que los obstáculos no se conviertan en el final del producto. Un emprendedor no puede abandonar ante la primera negativa.”
Juan Soria, de SF500, puso como ejemplo a Bioceres, una gran empresa argentina situada en Rosario que se inició cuando 23 agricultores aportaron 600 dólares cada uno para invertir en biotecnología. Entre otros logros de la compañía se encuentra el desarrollo de HB4, un gen que se encuentra en el girasol que permite a las plantas soportar mejor la sequía. El descubrimiento original, a cargo de una investigadora, era contraintuitivo, ya que en aquel momento se suponía que ese mecanismo de transcripción correspondía exclusivamente a plantas como el cactus. HB4 se introdujo en soja y en trigo, y ya ha sido aprobado para producción en varios países. “Una historia de éxito no sólo da regalías, sino que tracciona el desarrollo”, dijo Soria. “Bioceres hoy cotiza en NASDAQ e incluso permitió crear un ecosistema que ya incluye otras empresas y otros proyectos.” El experto también mencionó la experiencia de una nueva levadura, llamada H41, que se utilizó en una nueva línea de cervezas de Heineken y trajo a la palestra el caso vivido por otra empresa grande argentina, cuyo nombre no trascendió, que estuvo cerca de concretar un proyecto sumamente ambicioso. Un investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) había logrado la creación de una planta de soja con cuatro porotos por vaina sin que incurriera en ninguna penalidad de productividad. Sin embargo, el proyecto se cayó porque la empresa nunca confió en los procedimientos formales de los mecanismos de transferencia y quiso trabajar con el investigador sin intermediarios.
La segunda hora del taller estuvo destinada al intercambio entre los ponentes y el público. El debate provocado por la ronda de preguntas puede visualizarse en la grabación del encuentro (disponible abajo) a partir de 1:09:10.
Luego de agradecer a los ponentes por sus participaciones y al público por las opiniones vertidas en el espacio final, Barrere cerró el taller y declaró que desde el Foro Iberoamericano de Indicadores de Vinculación se buscará dar continuidad a estas discusiones a partir de nuevas actividades, que serán informadas pronto.